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Presentamos aquí los testimonios que han dado muchas personas, a lo largo del tiempo, de la huella que dejó la obra de Francisco Gabilondo Soler, Cri Crí,  en sus vidas.

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Ignacio López Tarso

(Actor)

Recuerdo emocionado algunos momentos de cuando encarné al gran Cri-Cri en la película de 1963 Cri-Cri, el Grillito cantor, junto con la actriz Marga López. Hacer la película fue un placer, me divertí mucho, estuve muy bien acompañado, y representar la figura de Gabilondo fue un honor, sobre todo por lo que él llevaba en su interior. Fue un hombre con mucho talento, muy inspirado y con muchas ganas de ser útil”.

López Tarso reveló que con Gabilondo Soler le unió una buena amistad:

Conservo como un bello recuerdo un grillito que él me regaló y otro que me dieron en Bellas Artes. Durante el rodaje de la película convivimos gratamente, conocí su casa, él fue a la mía, platicábamos de varias cosas. Él mismo me hizo los relatos de su vida, tantas anécdotas y muchos detalles que me fueron muy útiles al hacer la película […] Fue un hombre muy amable, muy cordial, inteligente y culto. Sin duda, una persona con mucho espíritu. Fue poeta y músico estupendo, creador, en muchos sentidos, al que había mucho que aprenderle. […] Su éxito radica en que fue grande en la imaginación de su público. Ahora con estas historias filmadas con muñequitos, no me imagino cómo podría crearse su legado. Por ejemplo, a mis nietas les gusta, pero no lo que les gustaba a mis hijas; ellas eran grandes admiradoras del grillito, en cambio mis nietas están más apegadas al internet, manejan su computadora y son otros los juegos que les interesan, son diferentes los niños, no cabe duda. Sin embargo, cuando están en contacto con la música y los personajes de Gabilondo Soler se divierten mucho. Valdría la pena volver a hacer una película sobre él y ponerlo al alcance de los niños a través de las nuevas herramientas de estos tiempos: la computadora, el internet, la radio y la televisión.

Marco Antonio Muñiz

(Cantante)

Tuve la oportunidad de entrar a la XEW gracias a Rosario Patiño, esposa de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, quien, como productora en la estación de radio, me abrió la puerta a un lugar al que era difícil entrar. Entré como secretario (mozo) de Rosario Patiño, quien aún separada de Gabilondo Soler, seguía produciéndole y organizando los programas del Grillo Cantor.

Llegué a la capital con mi padre. Vivía por el rumbo de la calle Allende. Mi padre se regresó a Jalisco y yo seguí viviendo en los dos cuartos de Libertad y Brasil, por 30 pesos al mes, que solo podía solventar pidiendo fiado en el restaurante Los Compadres, donde llegué a deber cerca de mil pesos. En el tiempo en que hacía las copias de lo de Gabilondo Soler, hasta traía las tortas del restaurante Los Compadres, del mismo rumbo de Ayuntamiento. Se las llevaba a los famosos Dante Aguilar y Pedro de Lille. A través de su esposa, la señora Patiño, conocí al señor Gabilondo Soler; lo tuve muy cerca durante mucho tiempo, en todos sus programas, gracias a ella. Sentí que era un hombre muy interesante pero muy introvertido, no le gustaba platicar con nadie. Era un hombre muy apuesto, y solo en dos o tres ocasiones me tiró una broma, de la que no me acuerdo, pero siempre lo veía con temor de que nos fuera a contestar algo.

Benjamín “Chamín” Correa

(Requintista e intérprete de música romántica)

Chamín Correa recuerda haberlo escuchado en primaria y secundaria: Lo escuchaba y me imaginaba muchos animalitos; en todas las historias que él contaba, como El chorrito o El rey de chocolate, te imaginabas a los personajes, porque no había televisión, yo escuchaba su programa de 15 minutos todos los días. Era un genio para la música infantil, y no ha nacido ningún otro en 100 años que haya superado sus ideas, su voz tan agradable y su sensibilidad para tocar el piano.

Francisco Gabilondo Vizcaíno

(Nieto, hijo de Jorge Gabilondo Patiño y Carmen Vizcayno)

No era como todos piensan, él era un hombre tranquilo, con un temperamento fuerte y una disciplina que le permitió desarrollarse en varios campos […] Era un hombre muy inquieto, muy inteligente y supo enfocarlo en su obra musical. Yo desde niño me daba cuenta de sus respuestas sabias, bien pensadas, y sobre todo inesperadas […] No recuerdo regaños, pero él tenía una manera diferente de decir y pedir las cosas, por ejemplo, si pasaba junto a nosotros una hormiga, y yo quería agarrarla, me decía: “—¡déjala! no la molestes, porque si lo haces, va a llamar a las demás, y entonces se va a llenar todo”. Al menos a mí sí me tocó un manazo por agarrar sus instrumentos (risas). Lo mejor de él era esa dosis de fantasía que lo rodeaba y lo volvía una persona tan especial.

Enrique Krauze

(Escritor, historiador, biógrafo, crítico, editor, ingeniero, empresario cultural, director de la

revista cultural Letras Libres, miembro de laAcademia Mexicana de la Historia y deEl Colegio Nacional)

Enrique Krauze

En casa de mis abuelos, a mediados de los treinta, se escuchaba el programa de Cri-Cri en la XEW. Tan pronto como aprendió a hablar español, mi madre se aficionó a sus canciones, en especial a La patita, El chorrito y Caminito de la escuela. Veinte años después, en la casa de mis padres, mis hermanos y yo escuchábamos las canciones del Grillito Cantor en los flamantes LP de la RCA Victor, que por entonces grabó el propio Francisco Gabilondo Soler. Nuestra favorita era ¿Di por qué?, dime abuelita… Pasaron más de veinte años y Cri-Cri se convirtió en una presencia cotidiana para mis hijos. Su mamá -Isabel Turrent- y yo lo invocábamos a veces como un breviario de conducta: para que no sorbieran la boca (Papá elefante) o para que no le pusieran reparos a la comida (La merienda). Lo cantábamos también para asustarlos (Canción de las brujas) y para arrullarlos (Juan pestaña). A León le entristecía la canción de El venadito, que quería jugar con su reflejo en el agua. A Daniel le divertía –creo– oírme imitar con voz baja y temblorosa: “¿Quién es el que anda aquí? Es Cri-Cri, es Cri-Cri…”

Francisco Gabilondo Soler nació el 6 de octubre de 1907 y murió en 1990. Ahora lamento no haber procurado conocerlo. Le hubiera preguntado muchas cosas: ¿Qué lo llevó a tomar en serio la profesión de boxeador y torero? ¿Es verdad que quiso ser, como su amigo Agustín Lara, un autor y cantante de música romántica? ¿Cómo se hizo capitán de corbeta? ¿Por qué viajó a los mares del sur? ¿Cómo vivió, paso a paso, su vocación por la astronomía? ¿De qué dolores terrenales escapaba? Cri-Cri tenía un don particular para comprender los quehaceres de la vida práctica.

En sus canciones, la música y la letra –observa Mario Lavista– empalman con perfecta armonía, pero en esa producción memorable reside el mayor de los enigmas. ¿Qué extraña conjunción biográfica ocurrió en su vida para concentrar la mayor parte de su obra en tan solo tres años de intensa creatividad? Esas y muchas otras perplejidades me han asaltado ahora, al releer la obra antológica Las canciones completas de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, que compiló y publicó nada menos que Gabriel Zaid, en 1999. Abre con dos prólogos que Zaid encargó a José de la Colina y a Luis Ignacio Helguera. El primero es uno de los prosistas más finos de nuestra lengua; el segundo fue un joven poeta y musicólogo. El ensayo de Pepe ilumina los temas esenciales de Cri-Cri: el agua, el amor, la cocina, la fiesta, la fábula, la naturaleza, la zoología. “Las canciones de Cri- Cri –apunta– integran una de las pocas obras de gran literatura infantil, si no la única, que haya dado la lengua española”. Hecho más para el oído y la imaginación que para la vista, Cri-Cri pertenece al mundo de la radio y sus ensoñaciones. Helguera escribe: “Sus mejores melodías no son buenas porque son ‘pegajosas’… son ‘pegajosas’… porque son buenas, y lo son por su lirismo puro, su fraseo singular, su encanto irresistible. Su dinámica rítmica es siempre notable y de gama muy amplia”.

En otro pequeño texto, Zaid descubre la situación kafkiana del chinito dibujado en un jarrón frente a las fauces de un dragón. La famosa

canción de Bombón I, le sirve a Hugo Hiriart para disertar sobre los postres: “la rima chocolate con cacahuate hizo fortuna entre nosotros”. Ana García Bergua anota que en la canción Jorobita (sobre el sediento camello que piensa en árabe y hebreo) “Francisco Gabilondo Soler se muestra muy modernista cuando rima jardín con ice cream”. El libro es una obra de amor por una tradición mexicana que no debe perderse. Pero se está perdiendo. Al parecer las querellas familiares han impedido la mejor circulación de sus canciones. No es raro que eso ocurra con los deudos de grandes autores, y es una lástima porque –aunque los descendientes no lo crean– las obras, si no se cuidan, también son mortales. Y cuidar en este caso no es proteger: es abrir, soltar, difundir.

Por mi parte, estoy seguro de que en la casa de mis hijos, sus hijos escucharán las canciones de Cri-Cri.

Maris Bustamante

(Pionera del performance y arte conceptual en México)

En el terreno inocente de la producción musical para niños, realmente habla desde una posición política avanzada de intelectual, algo que siempre me impresionó es que a través de melodías sencillas y pegajosas traducía cosas muy interesantes y profundas de la cultura mexicana. Es la cultura popular mexicana en su mejor expresión, es una filosofía directa que habla sobre la existencia: Cri-Cri es una impronta en la cultura popular urbana y siempre tenía un ojo avizor, siendo un ejemplo de lo que no hacen los libros de texto: comunicar con sencillez, calidad y elegancia.

María Victoria Llamas

(Comunicadora y periodista)

Enrique Krauze

Siendo hija de un judío ucraniano y una católica lituana, la señora Llamas dice: Mis padres aprendieron por medio de las letras de Gabilondo Soler el español que se hablaba en México; ellos jamás habían oído nada acerca de los comales, o de unos bigotes de aguacero, o de un tlacuache cargando su tambalache… Por mi parte, mis primeros recuerdos me ubican sentada en una silla pequeña, con un enorme radio, escuchando el Grillito Cantor. A mi hermana La Tucita, en la película Los tres huastecos, Pedro Infante le cantó El conejo Blas. Más tarde, en 1969, cuando me casé en Nueva York, la manera en que mantuve en contacto a mi hija con sus raíces mexicanas fue por medio de la música de Cri-Cri.

De muy pequeña, estaba segura de que Cri -Cri vivía dentro de aquel gran radio de mi

infancia. Los niños de antes éramos mucho menos sofisticados. Y tan ingenuos, que llegó a darse el caso de que muchos destruyeran sus aparatos buscando al Grillito Cantor. Para mí, Gabilondo Soler es alguien a

quien se puede escuchar en varios niveles; se puede oír una canción suya con la mentalidad de un niño de 5 años, o se le puede sacar a la letra tanta profundidad como uno tenga.

Ofelia Medina

(Actriz)

Enrique Krauze

Cuando en Mérida aún no llegaba la televisión, lo más común era escuchar los programas de Cri-Cri, con el que mi imaginación tejía las formas más fantásticas, bellas y blancas. Por eso digo que este personaje está muy ligado a

nuestra cultura. ¿Quién no se emociona con las aventuras de La patita? ¿O las travesuras de Los tres cochinitos…?

¡Qué belleza de personajes, como El negrito sandía o El rey de chocolate… con nariz de cacahuate…! O el desfile de Las cinco vocales y La merienda… Tenía yo 10 años, aproximadamente, cuando me familiaricé con el Grillito Cantor… Luego, nos vinimos a México, donde seguí disfrutando con todas las aventuras de ese maravilloso personaje […] Por cierto, a mis dos hijos también les encanta Cri-Cri.

Consuelo Velázquez

(Compositora, autora de Bésame mucho)

Mientras existan niños, habrá inocencia. Por lo tanto, la música de Gabilondo Soler ¡jamás se perderá! […] Es tal su sensibilidad, que ¡de todo hubiera sabido hacer poesía! Es el único que buscó y compuso temas para niños, lo que es ¡verdaderamente difícil! Y lo digo yo, que en un tiempo y por diversas circunstancias escribí canciones para niños, dándome cuenta de que a pesar de su sencillez aparente, hay que hacer un esfuerzo muy grande […] Además, su sencillez se apega a la realidad. Sus temas son dulces y trascendentes; tiene el don de crear personajes y situaciones en forma admirable y creo, mejor dicho espero, que nunca pierda vigencia. ¡Claro que pudo haber compuesto lo que se propusiera!

Bárbara Sanz Gabilondo

(Nieta mayor del compositor, hija de Diana Gabilondo Patiño y Antonio Sanz Polo Ibarra)

Mi mamá, Diana Gabilondo Patiño, se casó muy joven y cuando yo nací mi abuelito tenía apenas 42 años, corrí con una gran suerte al tener un abuelo joven que afortunadamente convivió mucho conmigo.

Mi mamá me platicaba que Jorge, su hermano, y ella sintieron a mi abuelo como un papá con la energía de un adolescente juguetón. Mi abuelo era muy joven cuando nacieron sus dos primeros hijos, y nunca se comportó con ellos como un señor serio o distante; al contrario, era ocurrente, gracioso y divertido. Por ejemplo, recuerdo que mi mamá me platicó que un día muy caluroso que jugaba con ella y su hermano, de pronto dijo: “Uf, tengo mucho calor!” Acto seguido fue por unas tijeras y se cortó las mangas de la camisa. ¡Imagínate al señor de la casa cortándose las mangas de la camisa porque tenía calor! Como los niños también dijeron tener calor, les cortó las mangas de sus prendas. La servidumbre estaba pasmada y ellos muy divertidos. Así era mi abuelo con sus hijos. Él era un adulto-niño, así lo recuerdo yo también. Además tenía una relación con mi abuela, Mamá Patito, medio vanguardista para esa época, porque se cambiaron los roles, Mamá Patito salía todos los días a trabajar mientras mi abuelo se quedaba en casa a cargo de los niños, y cuando ellos regresaban de la escuela lo encontraban tocando el piano, él practicaba mucho o se encerraba en su estudio donde escribía canciones, cuentos y música. Siempre al pendiente de sus dos hijos, jugaba con ellos, no le aburrían, era un papá querompía esquemas, proponía cosas divertidas, diferentes a otros adultos.

Diana, mi mamá, también se casó muy joven, como a los 21 años y casi enseguida tuvo cuatro hijos, yo fui la mayor. Entonces mi abuelo andaba entre los 40 años. ¡Realmente un abuelo muy joven! Recuerdo que mis hermanos y yo vivíamos muy cerca de Chapultepec, el abuelo pasaba por nosotros y nos llevaba al bosque. Apenas llegábamos nos decía “¡Quítense los zapatos y corran, corran por el pasto!…” Y eso hacíamos, era increíble, corríamos felices, descalzos, y él nos miraba contento. Mi abuelo había vivido su infancia en Orizaba y decía que el contacto con la hierba, con la tierra era necesario. Un día un viejo español nos vio y le comentó: “¡Qué buena idea, así no se gasta el calzao!” Tenía que ser un español, codo el señor.

Mi mamá adoraba a mi abuelo, ella le decía Pancho Mancho, ese nombre dice mi abuelo que se lo puse yo cuando apenas tenía 2 años y él como 42, según me contaba: nos encontramos en el patio del edificio Condesa donde vivían en ese entonces, y yo le pregunté: “¿Y tú quién eres?” Él contestó “Pancho”, y yo agregué Pancho Mancho, entonces se le quedó como sobrenombre.

Recuerdo que cuando cumplí 15 años se usaba bailar un vals, entonces mi mamá le dijo: “Por favor quiero que le escribas un vals a Bárbara”, y mi abuelo lo hizo, lo grabó y yo bailé ese vals. Aquí tengo las partituras que me dedicó: “Para Barbis, en sus 15 años con mucho cariño de Pancho Mancho”. En otra parte de las partituras hay esta otra dedicatoria: “Un vals de tipo antiguo para una nieta de tipo moderno”.

Yo también lo adoraba, era como mi mamá, muy apegada a él.

Tengo tres hermanos más: Francisco, que se parece mucho al abuelo, Jorge y José Antonio. Él nos llevaba a jugar a los cuatro, éramos como su equipito. De hecho escribió un cuento de los cuatro invencibles: Roco, Tico, Maco y Paco, y la revista Selecciones los editó junto con los discos. Supongo que esos increíbles latosos éramos nosotros.

El abuelo también era introvertido, hay personas que son más hacia afuera, como Mamá Patito, ella tenía inteligencia social, se le daban las relaciones públicas, Pancho era más tímido, él estaba más concentrado en su mundo interno que supongo era muy intenso y lo jalaba. No solo pensaba en música, sino en la astronomía, en las matemáticas, en la poesía, en fin, era muy creativo. Te comento esto porque se decía que no le gustaban los niños, yo creo que estaban equivocados, y no entendían que a veces estaba absorto en su mundo interno o tenía problemas de salud, o simplemente no le agradaba que al entrevistarlo le hicieran las mismas preguntas de siempre; que cuál fue su primera canción, que por qué Cri-Cri, que qué sentía al escribir para niños… él pedía una entrevista más planeada, más inteligente, y algo que de plano hasta le molestaba eran los niños precoces que actuaban como adultitos. A él le gustaban y admiraba a los niños cien por ciento niños. Recuerdo que un día un niño como de 7 años se le acercó y le preguntó: “¿Qué piensa al ver la sonrisa de un niño?” Mi abuelo lo miró y le contestó: “Que se le ven los dientes”. El niño no entendió nada, era obvio que fue una pregunta de adulto en boca de un niño. Yo creo que hay cierta leyenda negra alrededor de esto porque no lo entendían. Tal vez querían que estuviera siempre con buena cara, sonriente y él no hacía lo que a los otros les parecía bien, actuaba conforme a lo que sentía, era honesto principalmente consigo mismo.

Recuerdo que cuando iba a salir de la secundaria,nmis compañeras querían que el padrino de generación fuera Cri-Cri. Yo le pregunté y él aceptó. La ceremonia fue en un teatro. En el estrado estaban el director, la subdirectora, algunos maestros y por supuesto el padrino de generación. Empezaron a llamar a las jovencitas por orden alfabético. Subió la primera al estrado, le entregaron los papeles y saludó de mano a cada uno de los miembros del estrado, al final estaba mi abuelo. Éste le tomó la mano con delicadeza, hizo una reverencia y ante el asombro de todos, le besó la palma de la mano. Todo mundo guardó silencio y la chica, bueno, estaba fascinada. Lo mismo hizo con cada una de las niñas que se graduaban.

En otra ocasión le regalaron una gran canasta de frutas, realmente enorme, entonces la mandó a un hospicio, no tocó ni una fruta. Mi abuelo era un hombre muy generoso.

Un día que iba a comer con él a su casa, me llamaron por teléfono para avisarme que el abuelo se había puesto muy mal, no quisieron decirme la verdad, cuando llegué lo vi tranquilo, dormido, con una expresión relajada en su rostro; estaba muerto; hacía unas pocas horas acababa de morir. Tuvo una muerte privilegiada, se quedó dormido después de desayunar unos huevos estrellados con tocino y un jugo, entonces se fue a recostar un rato y no despertó más.

Él me decía que cuando muriera le pusiera una piedra en la mano, pues necesitaba agarrarse de algo. Y lo hicimos. Su cuerpo se veló junto a la fuente con su chorrito, en el patio de su casa, como él quiso. También pidió un ataúd de madera, pues el metal le parecía frío. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas reposan en la biblioteca con sus libros, su piano y sus cosas personales.

Mi mamá escribió unos cuentos preciosos, yo le dije varias veces “Mamá, vamos a publicarlos”, pero ella se negaba, le daba pena, no creía que fueran tan buenos y de alguna manera era como compararse con su papá y eso le daba inseguridad. Sus cuentos fueron publicados una vez que mi mamá murió, que fue a sus 53 años.

Una vez mi abuelo se internó en un hospital del seguro social, no sé por qué padecimiento, en la cama de al lado había un hombre herido con quemaduras graves en todo el cuerpo, los médicos lo habían vendado como momia, de pies a cabeza pasando por los brazos. El hombre no podía moverse por sí solo ni un centímetro. Bueno, a la hora de la comida llegaban con la charola y la colocaban en una mesa, más tarde pasaban por ella y se le llevaban sin que el hombre hubiera podido probar nada. Como mi abuelo vio que ningún familiar visitaba a este hombre y nadie del hospital estaba con tiempo para ayudarlo a comer, decidió levantarse y darle en la boca sus alimentos. Así lo encontró mi mamá cuando fue a visitarlo. Esto lo platico porque la fama, su prestigio, nunca hicieron que él dejara de ser bondadoso. De hecho no le gustaba ser el centro de atención. Le gustaba estar lejos de reflectores, homenajes y eventos sociales. Quería ser desconocido aunque eso era prácticamente imposible.

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