EL LIÓN

Francisco Gabilondo Soler
(Corrido, 1955)

 

Cuando queman los rastrojos

de seguro es garantía

que la noche es despejada;

resultando noche fría,

en la que caerá la helada

allá por la serranía.

El corrido que les canto

nada tiene con amores,

y por ser cosa de campo

aunque no de las mejores,

la diré si me emparejo

con los maistros profesores.

Ahí viene chiflando el lión,

y doblándose de risa,

porque anda medio pando

sin sombrero ni camisa;

además se va de panza

cuando baja muy de prisa.

Por cuestión de pelo en pecho,

es un lión mucho muy macho;

se revuelca en el barbecho

como si fuera muchacho,

y la prueba que le gusta

es que pone un ojo gacho.

Cuando va por el aguaje,

a eso de mediar la noche,

qué le cuesta echar un buche

remojando su bigote,

para que se le desmeche.

¡Ya lo trai como chayote!

Por lo menos a una legua,

más que a lión a diablos huele,

y no tiene para cuándo

relucir como conviene;

pos se vive despreciando

las bellezas de la higiene.

En justicia, no hay derecho;

amerita una golpiza

eso de que un lión tan güero

se recueste en la ceniza;

que parezca carbonero

y le agarre tanta risa.

Al mirar a un lión tan puerco,

con la cola tiesa y lacia,

ganas dan de ir a bañarlo

con jabón de la farmacia.

Mas de guaje me le acerco,

¡de un manazo me desgracia!