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Presentamos aquí los testimonios que han dado muchas personas, a lo largo del tiempo, de la huella que dejó la obra de Francisco Gabilondo Soler, Cri Crí,  en sus vidas.

¡Envíanos tu testimonio y lo publicaremos en este sitio!

Ignacio López Tarso

(ACTOR)

 

“Recuerdo emocionado algunos momentos de cuando encarné al gran Cri-Cri en la película de 1963 Cri-Cri, el Grillito cantor, junto con la actriz Marga López. Hacer la película fue un placer, me divertí mucho, estuve muy bien acompañado, y representar la figura de Gabilondo fue un honor, sobre todo por lo que él llevaba en su interior. Fue un hombre con mucho talento, muy inspirado y con muchas ganas de ser útil”.

López Tarso reveló que con Gabilondo Soler le unió una buena amistad:
Conservo como un bello recuerdo un grillito que él me regaló y otro que me dieron en Bellas Artes. Durante el rodaje de la película convivimos gratamente, conocí su casa, él fue a la mía, platicábamos de varias cosas. Él mismo me hizo los relatos de su vida, tantas anécdotas y muchos detalles que me fueron muy útiles al hacer la película […] Fue un hombre muy amable, muy cordial, inteligente y culto. Sin duda, una persona con mucho espíritu. Fue poeta y músico estupendo, creador, en muchos sentidos, al que había mucho que aprenderle. […] Su éxito radica en que fue grande en la imaginación de su público. Ahora con estas historias filmadas con muñequitos, no me imagino cómo podría crearse su legado. Por ejemplo, a mis nietas les gusta, pero no lo que les gustaba a mis hijas; ellas eran grandes admiradoras del grillito, en cambio mis nietas están más apegadas al internet, manejan su computadora y son otros los juegos que les interesan, son diferentes los niños, no cabe duda. Sin embargo, cuando están en contacto con la música y los personajes de Gabilondo Soler se divierten mucho. Valdría la pena volver a hacer una película sobre él y ponerlo al alcance de los niños a través de las nuevas herramientas de estos tiempos: la computadora, el internet, la radio y la televisión.

Francisco Gabilondo Vizcaíno

(NIETO, HIJO DE JORGE GABILONDO PATIÑO Y CARMEN VIZCAYNO)

 

No era como todos piensan, él era un hombre tranquilo, con un temperamento fuerte y una disciplina que le permitió desarrollarse en varios campos […] Era un hombre muy inquieto, muy inteligente y supo enfocarlo en su obra musical. Yo desde niño me daba cuenta de sus respuestas sabias, bien pensadas, y sobre todo inesperadas […]

No recuerdo regaños, pero él tenía una manera diferente de decir y pedir las cosas, por ejemplo, si pasaba junto a nosotros una hormiga, y yo quería agarrarla, me decía: “—¡déjala! no la molestes, porque si lo haces, va a llamar a las demás, y entonces se va a llenar todo”. Al menos a mí sí me tocó un manazo por agarrar sus instrumentos (risas). Lo mejor de él era esa dosis de fantasía que lo rodeaba y lo volvía una persona tan especial.

María Victoria Llamas

(COMUNICADORA Y PERIODISTA)

 

Siendo hija de un judío ucraniano y una católica lituana, la señora Llamas dice: Mis padres aprendieron por medio de las letras de Gabilondo Soler el español que se hablaba en México; ellos jamás habían oído nada acerca de los comales, o de unos bigotes de aguacero, o de un tlacuache cargando su tambalache…

Por mi parte, mis primeros recuerdos me ubican sentada en una silla pequeña, con un enorme radio, escuchando el Grillito Cantor. A mi hermana La Tucita, en la película Los tres huastecos, Pedro Infante le cantó El conejo Blas. Más tarde, en 1969, cuando me casé en Nueva York, la manera en que mantuve en contacto a mi hija con sus raíces mexicanas fue por medio de la música de Cri-Cri.
De muy pequeña, estaba segura de que Cri -Cri vivía dentro de aquel gran radio de mi
infancia. Los niños de antes éramos mucho menos sofisticados. Y tan ingenuos, que llegó a darse el caso de que muchos destruyeran sus aparatos buscando al Grillito Cantor. Para mí, Gabilondo Soler es alguien a
quien se puede escuchar en varios niveles; se puede oír una canción suya con la mentalidad de un niño de 5 años, o se le puede sacar a la letra tanta profundidad como uno tenga.

Consuelo Velázquez

(COMPOSITORA, AUTORA DE BÉSAME MUCHO)

 

Mientras existan niños, habrá inocencia. Por lo tanto, la música de Gabilondo Soler ¡jamás se perderá! […]

Es tal su sensibilidad, que ¡de todo hubiera sabido hacer poesía! Es el único que buscó y compuso temas para niños, lo que es ¡verdaderamente difícil! Y lo digo yo, que en un tiempo y por diversas circunstancias escribí canciones para niños, dándome cuenta de que a pesar de su sencillez aparente, hay que hacer un esfuerzo muy grande […] Además, su sencillez se apega a la realidad. Sus temas son dulces y trascendentes; tiene el don de crear personajes y situaciones en forma admirable y creo, mejor dicho espero, que nunca pierda vigencia. ¡Claro que pudo haber compuesto lo que se propusiera!

Jaime Almeida

(INVESTIGADOR, CONDUCTOR Y PERIODISTA)

 

Sin duda es uno de los compositores más importantes que ha tenido México. Dueño de una imaginación y fantasía que logró canciones para que las escuchen los niños, no para que las canten, pues algunos tonos son inalcanzables para los pequeños.

. A través de su música los infantes conocieron geografía, zoología y una cantidad de ritmos diversos como el tango, samba, norteño y otros más. Ahora los niños seleccionan su música, en su cuarto con su radio o su Walkman, y lo que les ponen en sus casas sus padres, quienes ofrecen la música que ellos escucharon en su infancia, que bien pudo haber sido la de Gabilondo. Pero los medios no le dan la atención que se merece, no la ofrecen ni en la radio ni en la televisión. Tenemos el trauma de no reconocer lo nuestro y lo mismo sucede con Agustín Lara, o Los Panchos, con nuestra cajetilla de cigarros Faritos, o al Charrito Pemex y personajes como Chema y Juana del Cancionero Picot. ¡Despreciamos nuestra cultura popular! Pero sí le brindamos apoyo a los personajes de Disney y preferimos a Mickey en lugar del Ratón Vaquero. Cargamos con un enorme complejo de conquistados, lo vemos hasta en los puestos de las piñatas, hay todo tipo de personajes extranjeros, pero difícilmente una figura nuestra.

Creo que la música de Soler tendrá larga vida en la medida en que nosotros se la concedamos, la cultivemos y la demos a conocer a las nuevas generaciones, pues su valor es enorme en letra y melodía. Pero si nosotros no hacemos nada, se perderá irremediablemente. Quizá estemos esperando a que venga algún extranjero y la descubra para entonces darle su justo valor.

El patrimonio cultural mexicano es muy grande y cada uno debe tener el compromiso de mostrarlo a las generaciones venideras. En cada clase de los niños debiera haber un catálogo de Cri-Cri.

Óscar Gabilondo Vizcaíno

(NIETO DE FRANCISCO Y PRESIDENTE EJECUTIVO DE LA FUNDACIÓN FRANCISCO GABILONDO SOLER, CRI-CRI, A.C.)

 

 

Abuelito Cri-Cri fue una persona con un imán extraordinario; sus pláticas eran muy interesantes y de gran enseñanza. Yo encontré un tema de conversación con mi abuelo, porque mi papá, Jorge Gabilondo Patiño nos enseñó a querer el mar. Con él pude igual que mis hermanos, Juan Carlos y Francisco, disfrutar y respetar el océano, pues en los viajes a la playa había navegación en velero, catamarán o simplemente en lancha y también el ski.

Los números y las matemáticas fueron cuestiones de gran interés para Cri-Cri, temas que a mi me gustan mucho. Así que cuando había oportunidad, podía entender algo de sus inquietudes y aprovechar las respuestas y opiniones de alguien como él, que si sabía de esas materias.

Durante varios años mi abuelo visitaba la casa estudio de Mamá Patito cada quince días, algunas veces con más frecuencia; pues en ese inolvidable departamento del edificio Condesa, de la misma colonia, se resolvían los asuntos relacionados a disqueras, homenajes, representaciones, acuerdos y otras más. En ese lugar, mi papá despachaba también los asuntos relacionados con Cri-Cri en cuanto al tratamiento correcto del catálogo, registros y asuntos legales.

Los viernes que llegaba mi abuelo a la entrada D-4 del edificio, regularmente se quedaba a comer. Mamá Patito le tenía preparados los platillos que a él le gustaban. Recuerdo los chiles rellenos y enterrados en arroz, cerveza oscura, tamalitos, los frijoles refritos y los bolillos de aquella antigua panadería de la esquina; de tal manera que las conversaciones se tornaban aún más placenteras. El tiempo de su estancia en cada visita era en su mayoría dedicado a mi abuelita, Mamá Patito y a mi papá. Yo aprovechaba en algún momento para poder conversar con él; a veces me decía “chinito” pues yo tengo los ojos rasgados, algunas otras veces simplemente, me hablaba por mi nombre.

Recuerdo muy bien que en una ocasión conversamos sobre la importancia de la imaginación, él me dijo que la grandeza de generar ideas, la fabricación de conceptos en la mente es lo que nos permite desarrollar la propiedad del pensamiento y así por ende la clara expresión de opiniones y la capacidad del debate; ahora bien… el lo explicó de una manera mas sencilla después de exponer este concepto y fue así; me preguntó ¿qué opinas de Chon Ki Fu? Yo me respondí que es una pieza interesante pues deja ver que aquel chinito no estaba de acuerdo con aquel imperio gobernado por ese emperador descrito en la canción, que parece que no hay libertad de expresión en esa china, pues lo que dice ese chinito podría ser suficiente para ser castigado por los guardias del gobernante… Cri-Cri me respondió: “esa es tu idea y me parece muy interesante, creo que es de las mejores descripciones que he escuchado… pero otros opinan distinto”. Me relató que alguna vez alguien le había comentado que se trataba de una canción que expresa que el chinito era muy grosero, que al mandarín y al emperador les gustaba la adecuada educación y defendían la moral; por lo anterior estos últimos, siempre se enojaban con las malas palabras del chinito, amenazado por las garras del dragón. De igual manera comentamos de la muñeca fea. Después puse en práctica la experiencia adquirida después de aquella conversación; definitivamente abuelito Cri-Cri tenía toda la razón…

Cada quien tiene una libre interpretación de las canciones y sus personajes, la capacidad de recrear de la que goza cada persona, es de lo más respetable y por supuesto, que cada mente tiene una idea diferente de una canción y de sus personajes. Podríamos debatir y discernir con quien sea, si defendemos lo que hemos imaginado; La muñeca fea, El tlacuache, El venadito y muchos más. Lo interpretado, lo imaginado es diferente en cada persona. Considero que es un tema importantísimo, y subrayo el comentario final de aquella conversación con abuelito Cri-Cri. Me dijo: “[…] por tal motivo, no me interesa que las canciones, personajes y relatos sean plasmados en plataformas visuales, y de manera definitiva, no me interesa la animación, pues entonces estaré aniquilando mi propio universo, que es la imaginación” (en resumen…, el estereotipo que sería estructurar una imagen similar a las demás).

Platicamos acerca de las escenificaciones teatrales y su genial respuesta fue: “Cada función es diferente, cada puesta es diferente, hay directores de escena diferentes en cada una, coreógrafos distintos con propuestas únicas… además de que el teatro siempre es una manera de expresión con su particularidad, normalmente diferente de otra. Pero…, eso es otra cosa, Cri Cri nació en el radio, en esa plataforma fue presentado y su efecto es puritita imaginación; los que nacen en otros medios como televisión pues… es otro cuento”.

Luis Cáceres

(LOCUTOR, PRIMERA VOZ QUE IDENTIFICÓ LA XEW, “LA VOZ DE AMÉRICA LATINA”, TRABAJÓ EN EL PROGRAMA DE CRI-CRI POR 10 AÑOS)

 

 

Mi hermano Francisco Gabilondo siempre quiso ser alguien en la vida. Fue un hombre muy luchón. Tenía una inspiración preciosa, porque a él le nacían las canciones con mucha facilidad, con cualquier motivo y a cualquier hora.

Recuerdo que el día 3 de noviembre de 1934 nació mi primer hijo y se lo anuncié; él me dijo que ya sabía y me preguntó: “¿Entonces no vas a venir al programa?” “No –le dije–, no puedo, pero estoy muy feliz con mi hijo”. “Entonces –me respondió– escucha la emisión, te tengo una sorpresa”. Ese fue el día que estrenó La Patita, por aquello de que cada niño trae su torta… Él creaba todos sus personajes con unas melodías infantiles, yo quisiera que alguien dudara de la creatividad de Pancho.

A mí me dedicó Cocuyito playero porque yo era muy parrandero, hablando en plata, muy parrandero. Yo abría las transmisiones de la estación todos los días a las nueve de la mañana; pero llegaba por la madrugada a la emisora. En aquel tiempo, solo había dos estudios y una cabina; así que entraba al primer estudio y apagaba la luz; me encaminaba hacia el segundo estudio, y apagaba la otra luz. Los estudios eran de cristal y cuando todo estaba ya completamente a oscuras, yo encendía mi lamparita, y me quedaba allá en el fondo de mi oficina, a trabajar, con la tenue luz, ya que la directa me molestaba; luego, abría yo las transmisiones. Trabajaba de las nueve de la mañana a las doce del día; tenía yo un programa que fue muy famoso, era uno de los básicos de la XEW: El club de la escoba y el plumero, que pasaba a las once de la mañana, y en el que rifábamos cosas y dábamos premios. El jefe de continuidad llegaba temprano y se encaminaba al primer estudio, que era mi oficina, y veía en el fondo la lucecita de mi lámpara y me decía. “Mare, si pareces un cocuyo”. Y así se me quedó el mote. Luego Pancho dijo: “Yo le voy a hacer su canción al cocuyo”, y me la hizo.

Cuando trabajamos juntos en la XEW era muy alegre, sumamente alegre, muy enamorado y nada feo. Conmigo fue un gran amigo. No tuvo muchas amistades profundas, por eso le encantaba su retiro, allá por el Estado de México. Ahora bien, amigas, amigas de verdad, sí tuvo muchas: las estrellas del firmamento…

Jorge Kaiser

(AMIGO DE FRANCISCO GABILONDO SOLER Y POSTERIORMENTE AMIGO DE SU HIJO JORGE GABILONDO PATIÑO. UNO DE LOS PROPIETARIOS DE LOS RESTAURANTES KLOSTER (AL SUR DE LA CIUDAD) Y KAISER HOFF, DE LA COLONIA ANZURES. SHOWMAN Y EMPRESARIO, ADEMÁS DE GRAN MÚSICO. EN AMBOS RESTAURANTES SE AMENIZABA CON MÚSICA DE CRI-CRI )
 

 

Conocí a Cri-Cri en agosto de 1971 en San Ángel, en el restaurante alemán Kloster, poco después de la inauguración. Yo estaba a cargo de los espectáculos de música internacional y alemana.

En esa época tenía una hija pequeña y empecé a escuchar los discos de Cri-Cri, me encantaron las canciones, y como noté que a veces llegaban familias, niños, abuelitos, decidí poner algunas en mi espectáculo. Mi idea original era que fueran principalmente para los niños. Pero me di cuenta de algo muy interesante: a quienes gustaban muchísimo las canciones era a los mayores. Entonces comencé a interpretar diario a Cri-Cri. Durante unos días fue al restaurante el señor Oskar Bostelmann, dueño del restaurante alemán Jardín, a conocer el lugar y mi espectáculo. Al poco tiempo regresó acompañado de un hombre con cabellos blancos y lentes; me preguntó si sabía quién era. Entonces me dice este señor: “Mira, yo soy Cri-Cri” y le respondo: “Pues qué honor es tenerlo a usted aquí…”, le pregunté qué hacía allí y me contestó que su amigo Bostelmann le dijo que había un brasileño con cara de alemán que estaba tocando sus canciones por las noches. Y Cri-Cri dijo que eso no lo creía porque sus canciones se tocan durante el día. Los invité a que se quedaran a ver el espectáculo y para la última parte detuve la función para decirle al público que había una sorpresa esta noche: la presencia de una persona muy ilustre, con una imaginación extraordinaria. “Se los voy a presentar con su canción tradicional”. Y empiezo: “¿Quién es este que anda aquí…? Es Cri-Cri, es Cri-Cri… Con ustedes: don Francisco Gabilondo Soler”. La gente estuvo aplaudiendo durante 5 minutos… Fue una cosa maravillosa. Él estaba muy contento… En un momento sacó un pañuelo porque estaba también muy emocionado…

Años después tuve la suerte de volver a rendirle homenaje en otro de los restaurantes que tuvimos. Él estaba muy agradecido… Desde que lo conocí él se mostraba algo triste por la especie de boicot que le hicieron a su música, que fue prohibida en escuelas por encontrarla subversiva, y vino una baja en la venta de los discos… Yo acostumbraba dedicar a las personas de mayor edad en el público las dos canciones con motivo de los abuelos, ¿Dí por qué? y El ropero… Y era un momento sumamente emotivo, había quienes tenían que sacar un pañuelo, y esto hizo que mucha gente volviera a buscar a Cri-Cri, su música y sus discos; y por este detalle Gabilondo Soler me estuvo eternamente agradecido…

Años después tuve la oportunidad de convivir con él, y con su hijo Jorge, en la época en que se fue a vivir Texcoco. Nuestra amistad fue por muchos motivos: a él le gustaba leer y a mí también. En aquellas pláticas en Texcoco, y a raíz de que yo analizaba mucho sus canciones, le pedí que me contara cómo había escrito, La patita, y él me contó que cierto día caminando por atrás de Bellas Artes, vio salir de un lugar a una señora gordita, con una canasta, y que movía sus nalguitas de un lado al otro, y la transformó en patita, pero también me explicó que La patita era su esposa y los patitos sus hijos. A Mamá Patito la vi solo dos o tres veces. La saludaba y nada más.

La última vez que vi a Cri-Cri fue en el año 83. Lo recuerdo porque en la catástrofe de las devaluaciones del 82 fue cuando lo perdí todo, junto con el restaurante. Por ese entonces, él ya estaba triste porque se sentía como preso, siempre fue de espíritu inquieto.

Fue un ser especial. Muy avanzado para su época. Un genio. Era curioso, todo lo quería saber.

Marco Antonio Muñiz

(CANTANTE)

 

Tuve la oportunidad de entrar a la XEW gracias a Rosario Patiño, esposa de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, quien, como productora en la estación de radio, me abrió la puerta a un lugar al que era difícil entrar. Entré como secretario (mozo) de Rosario Patiño, quien aún separada de Gabilondo Soler, seguía produciéndole y organizando los programas del Grillo Cantor.

Llegué a la capital con mi padre. Vivía por el rumbo de la calle Allende. Mi padre se regresó a Jalisco y yo seguí viviendo en los dos cuartos de Libertad y Brasil, por 30 pesos al mes, que solo podía solventar pidiendo fiado en el restaurante Los Compadres, donde llegué a deber cerca de mil pesos. En el tiempo en que hacía las copias de lo de Gabilondo Soler, hasta traía las tortas del restaurante Los Compadres, del mismo rumbo de Ayuntamiento. Se las llevaba a los famosos Dante Aguilar y Pedro de Lille. A través de su esposa, la señora Patiño, conocí al señor Gabilondo Soler; lo tuve muy cerca durante mucho tiempo, en todos sus programas, gracias a ella. Sentí que era un hombre muy interesante pero muy introvertido, no le gustaba platicar con nadie. Era un hombre muy apuesto, y solo en dos o tres ocasiones me tiró una broma, de la que no me acuerdo, pero siempre lo veía con temor de que nos fuera a contestar algo.

Enrique Krauze

(ESCRITOR, HISTORIADOR, BIÓGRAFO, CRÍTICO, EDITOR, INGENIERO, EMPRESARIO CULTURAL, DIRECTOR DE LA REVISTA CULTURAL LETRAS LIBRES, MIEMBRO DE LAACADEMIA MEXICANA DE LA HISTORIA Y DE EL COLEGIO NACIONAL)

 

En casa de mis abuelos, a mediados de los treinta, se escuchaba el programa de Cri-Cri en la XEW. Tan pronto como aprendió a hablar español, mi madre se aficionó a sus canciones, en especial a La patita, El chorrito y Caminito de la escuela. Veinte años después, en la casa de mis padres, mis hermanos y yo escuchábamos las canciones del Grillito Cantor en los flamantes LP de la RCA Victor, que por entonces grabó el propio Francisco Gabilondo Soler.

Nuestra favorita era ¿Di por qué?, dime abuelita… Pasaron más de veinte años y Cri-Cri se convirtió en una presencia cotidiana para mis hijos. Su mamá -Isabel Turrent- y yo lo invocábamos a veces como un breviario de conducta: para que no sorbieran la boca (Papá elefante) o para que no le pusieran reparos a la comida (La merienda). Lo cantábamos también para asustarlos (Canción de las brujas) y para arrullarlos (Juan pestaña). A León le entristecía la canción de El venadito, que quería jugar con su reflejo en el agua. A Daniel le divertía –creo– oírme imitar con voz baja y temblorosa: “¿Quién es el que anda aquí? Es Cri-Cri, es Cri-Cri…”

Francisco Gabilondo Soler nació el 6 de octubre de 1907 y murió en 1990. Ahora lamento no haber procurado conocerlo. Le hubiera preguntado muchas cosas: ¿Qué lo llevó a tomar en serio la profesión de boxeador y torero? ¿Es verdad que quiso ser, como su amigo Agustín Lara, un autor y cantante de música romántica? ¿Cómo se hizo capitán de corbeta? ¿Por qué viajó a los mares del sur? ¿Cómo vivió, paso a paso, su vocación por la astronomía? ¿De qué dolores terrenales escapaba? Cri-Cri tenía un don particular para comprender los quehaceres de la vida práctica.

En sus canciones, la música y la letra –observa Mario Lavista– empalman con perfecta armonía, pero en esa producción memorable reside el mayor de los enigmas. ¿Qué extraña conjunción biográfica ocurrió en su vida para concentrar la mayor parte de su obra en tan solo tres años de intensa creatividad? Esas y muchas otras perplejidades me han asaltado ahora, al releer la obra antológica Las canciones completas de Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, que compiló y publicó nada menos que Gabriel Zaid, en 1999. Abre con dos prólogos que Zaid encargó a José de la Colina y a Luis Ignacio Helguera. El primero es uno de los prosistas más finos de nuestra lengua; el segundo fue un joven poeta y musicólogo. El ensayo de Pepe ilumina los temas esenciales de Cri-Cri: el agua, el amor, la cocina, la fiesta, la fábula, la naturaleza, la zoología. “Las canciones de Cri- Cri –apunta– integran una de las pocas obras de gran literatura infantil, si no la única, que haya dado la lengua española”. Hecho más para el oído y la imaginación que para la vista, Cri-Cri pertenece al mundo de la radio y sus ensoñaciones. Helguera escribe: “Sus mejores melodías no son buenas porque son ‘pegajosas’… son ‘pegajosas’… porque son buenas, y lo son por su lirismo puro, su fraseo singular, su encanto irresistible. Su dinámica rítmica es siempre notable y de gama muy amplia”.

En otro pequeño texto, Zaid descubre la situación kafkiana del chinito dibujado en un jarrón frente a las fauces de un dragón. La famosa

canción de Bombón I, le sirve a Hugo Hiriart para disertar sobre los postres: “la rima chocolate con cacahuate hizo fortuna entre nosotros”. Ana García Bergua anota que en la canción Jorobita (sobre el sediento camello que piensa en árabe y hebreo) “Francisco Gabilondo Soler se muestra muy modernista cuando rima jardín con ice cream”. El libro es una obra de amor por una tradición mexicana que no debe perderse. Pero se está perdiendo. Al parecer las querellas familiares han impedido la mejor circulación de sus canciones. No es raro que eso ocurra con los deudos de grandes autores, y es una lástima porque –aunque los descendientes no lo crean– las obras, si no se cuidan, también son mortales. Y cuidar en este caso no es proteger: es abrir, soltar, difundir.

Por mi parte, estoy seguro de que en la casa de mis hijos, sus hijos escucharán las canciones de Cri-Cri.

Plácido Domingo

(CANTANTE)

 

Pensaba que el Grillito Cantor era verde, pero Francisco Gabilondo me dijo el domingo que solo los saltamontes eran verdes…

Cuando estudiaba piano tocaba las maravillosas canciones de Cri-Cri… Era el año 52, tenía entonces 10 años, por eso llevo también a Cri-Cri en mi corazón… […] El mundo de Cri-Cri está lleno de nostalgia, de un recuerdo tierno y agradable, máxime hoy que existe tanta violencia y que a los niños se les presentan personajes venidos de otros planetas, y que esencialmente se dedican a la guerra… […] Como artista, el ser reconocido por los niños me hace sentir muy bien, me hace superarme más. Por eso, cuando un niño te reconoce, debes guardarlo como un valioso tesoro.

 

Bárbara Sanz Gabilondo

(NIETA MAYOR DEL COMPOSITOR, HIJA DE DIANA GABILONDO PATIÑO Y ANTONIO SANZ POLO IBARRA)

 

Mi mamá, Diana Gabilondo Patiño, se casó muy joven y cuando yo nací mi abuelito tenía apenas 42 años, corrí con una gran suerte al tener un abuelo joven que afortunadamente convivió mucho conmigo.

Mi mamá me platicaba que Jorge, su hermano, y ella sintieron a mi abuelo como un papá con la energía de un adolescente juguetón. Mi abuelo era muy joven cuando nacieron sus dos primeros hijos, y nunca se comportó con ellos como un señor serio o distante; al contrario, era ocurrente, gracioso y divertido. Por ejemplo, recuerdo que mi mamá me platicó que un día muy caluroso que jugaba con ella y su hermano, de pronto dijo: “Uf, tengo mucho calor!” Acto seguido fue por unas tijeras y se cortó las mangas de la camisa. ¡Imagínate al señor de la casa cortándose las mangas de la camisa porque tenía calor! Como los niños también dijeron tener calor, les cortó las mangas de sus prendas. La servidumbre estaba pasmada y ellos muy divertidos. Así era mi abuelo con sus hijos. Él era un adulto-niño, así lo recuerdo yo también. Además tenía una relación con mi abuela, Mamá Patito, medio vanguardista para esa época, porque se cambiaron los roles, Mamá Patito salía todos los días a trabajar mientras mi abuelo se quedaba en casa a cargo de los niños, y cuando ellos regresaban de la escuela lo encontraban tocando el piano, él practicaba mucho o se encerraba en su estudio donde escribía canciones, cuentos y música. Siempre al pendiente de sus dos hijos, jugaba con ellos, no le aburrían, era un papá querompía esquemas, proponía cosas divertidas, diferentes a otros adultos.
Diana, mi mamá, también se casó muy joven, como a los 21 años y casi enseguida tuvo cuatro hijos, yo fui la mayor. Entonces mi abuelo andaba entre los 40 años. ¡Realmente un abuelo muy joven! Recuerdo que mis hermanos y yo vivíamos muy cerca de Chapultepec, el abuelo pasaba por nosotros y nos llevaba al bosque. Apenas llegábamos nos decía “¡Quítense los zapatos y corran, corran por el pasto!…” Y eso hacíamos, era increíble, corríamos felices, descalzos, y él nos miraba contento. Mi abuelo había vivido su infancia en Orizaba y decía que el contacto con la hierba, con la tierra era necesario. Un día un viejo español nos vio y le comentó: “¡Qué buena idea, así no se gasta el calzao!” Tenía que ser un español, codo el señor.
Mi mamá adoraba a mi abuelo, ella le decía Pancho Mancho, ese nombre dice mi abuelo que se lo puse yo cuando apenas tenía 2 años y él como 42, según me contaba: nos encontramos en el patio del edificio Condesa donde vivían en ese entonces, y yo le pregunté: “¿Y tú quién eres?” Él contestó “Pancho”, y yo agregué Pancho Mancho, entonces se le quedó como sobrenombre.
Recuerdo que cuando cumplí 15 años se usaba bailar un vals, entonces mi mamá le dijo: “Por favor quiero que le escribas un vals a Bárbara”, y mi abuelo lo hizo, lo grabó y yo bailé ese vals. Aquí tengo las partituras que me dedicó: “Para Barbis, en sus 15 años con mucho cariño de Pancho Mancho”. En otra parte de las partituras hay esta otra dedicatoria: “Un vals de tipo antiguo para una nieta de tipo moderno”.
Yo también lo adoraba, era como mi mamá, muy apegada a él.
Tengo tres hermanos más: Francisco, que se parece mucho al abuelo, Jorge y José Antonio. Él nos llevaba a jugar a los cuatro, éramos como su equipito. De hecho escribió un cuento de los cuatro invencibles: Roco, Tico, Maco y Paco, y la revista Selecciones los editó junto con los discos. Supongo que esos increíbles latosos éramos nosotros.
El abuelo también era introvertido, hay personas que son más hacia afuera, como Mamá Patito, ella tenía inteligencia social, se le daban las relaciones públicas, Pancho era más tímido, él estaba más concentrado en su mundo interno que supongo era muy intenso y lo jalaba. No solo pensaba en música, sino en la astronomía, en las matemáticas, en la poesía, en fin, era muy creativo. Te comento esto porque se decía que no le gustaban los niños, yo creo que estaban equivocados, y no entendían que a veces estaba absorto en su mundo interno o tenía problemas de salud, o simplemente no le agradaba que al entrevistarlo le hicieran las mismas preguntas de siempre; que cuál fue su primera canción, que por qué Cri-Cri, que qué sentía al escribir para niños… él pedía una entrevista más planeada, más inteligente, y algo que de plano hasta le molestaba eran los niños precoces que actuaban como adultitos. A él le gustaban y admiraba a los niños cien por ciento niños. Recuerdo que un día un niño como de 7 años se le acercó y le preguntó: “¿Qué piensa al ver la sonrisa de un niño?” Mi abuelo lo miró y le contestó: “Que se le ven los dientes”. El niño no entendió nada, era obvio que fue una pregunta de adulto en boca de un niño. Yo creo que hay cierta leyenda negra alrededor de esto porque no lo entendían. Tal vez querían que estuviera siempre con buena cara, sonriente y él no hacía lo que a los otros les parecía bien, actuaba conforme a lo que sentía, era honesto principalmente consigo mismo.
Recuerdo que cuando iba a salir de la secundaria,nmis compañeras querían que el padrino de generación fuera Cri-Cri. Yo le pregunté y él aceptó. La ceremonia fue en un teatro. En el estrado estaban el director, la subdirectora, algunos maestros y por supuesto el padrino de generación. Empezaron a llamar a las jovencitas por orden alfabético. Subió la primera al estrado, le entregaron los papeles y saludó de mano a cada uno de los miembros del estrado, al final estaba mi abuelo. Éste le tomó la mano con delicadeza, hizo una reverencia y ante el asombro de todos, le besó la palma de la mano. Todo mundo guardó silencio y la chica, bueno, estaba fascinada. Lo mismo hizo con cada una de las niñas que se graduaban.
En otra ocasión le regalaron una gran canasta de frutas, realmente enorme, entonces la mandó a un hospicio, no tocó ni una fruta. Mi abuelo era un hombre muy generoso.
Un día que iba a comer con él a su casa, me llamaron por teléfono para avisarme que el abuelo se había puesto muy mal, no quisieron decirme la verdad, cuando llegué lo vi tranquilo, dormido, con una expresión relajada en su rostro; estaba muerto; hacía unas pocas horas acababa de morir. Tuvo una muerte privilegiada, se quedó dormido después de desayunar unos huevos estrellados con tocino y un jugo, entonces se fue a recostar un rato y no despertó más.
Él me decía que cuando muriera le pusiera una piedra en la mano, pues necesitaba agarrarse de algo. Y lo hicimos. Su cuerpo se veló junto a la fuente con su chorrito, en el patio de su casa, como él quiso. También pidió un ataúd de madera, pues el metal le parecía frío. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas reposan en la biblioteca con sus libros, su piano y sus cosas personales.
Mi mamá escribió unos cuentos preciosos, yo le dije varias veces “Mamá, vamos a publicarlos”, pero ella se negaba, le daba pena, no creía que fueran tan buenos y de alguna manera era como compararse con su papá y eso le daba inseguridad. Sus cuentos fueron publicados una vez que mi mamá murió, que fue a sus 53 años.
Una vez mi abuelo se internó en un hospital del seguro social, no sé por qué padecimiento, en la cama de al lado había un hombre herido con quemaduras graves en todo el cuerpo, los médicos lo habían vendado como momia, de pies a cabeza pasando por los brazos. El hombre no podía moverse por sí solo ni un centímetro. Bueno, a la hora de la comida llegaban con la charola y la colocaban en una mesa, más tarde pasaban por ella y se le llevaban sin que el hombre hubiera podido probar nada. Como mi abuelo vio que ningún familiar visitaba a este hombre y nadie del hospital estaba con tiempo para ayudarlo a comer, decidió levantarse y darle en la boca sus alimentos. Así lo encontró mi mamá cuando fue a visitarlo. Esto lo platico porque la fama, su prestigio, nunca hicieron que él dejara de ser bondadoso. De hecho no le gustaba ser el centro de atención. Le gustaba estar lejos de reflectores, homenajes y eventos sociales. Quería ser desconocido aunque eso era prácticamente imposible.

Juan Pablo O’Farril

(INGENIERO DE AUDIO DE LOS ÚLTIMOS PROGRAMAS DE CRI-CRI)

 

 

Trabajaba con él diario, le ayudaba a El Alpiste, que hacía los efectos de sus canciones, tuve amistad con su hijo, éramos familia; Gabilondo en sus últimas fechas se acordaba de mí, algunos creen que nadie existe del tiempo de Cri-Cri y yo estoy aquí. Convivimos mucho en el plano personal. Platicábamos mucho, pero en el trabajo era muy duro. Muchas veces nos sentábamos doña Rosario, su esposa, él y yo a tomar café sin decir nada.

José Antonio Alcaraz

(CRONISTA, DRAMATURGO, NARRADOR Y MUSICÓLOGO)

 

 

Con Cri-Cri aprendimos a sonreír. Su influencia en México ha sido radical, definitiva y su obra tiene una gran virtud. Gabilondo Soler es, al lado de Agustín Lara y Chava Flores, el compositor que mejor maneja la prosodia en el campo de la música comercial mexicana. Sus piezas se alejan en un 75 u 80 por ciento del sentimentalismo enfermizo y de esa especie de catarata lagrimeante que por desgracia es la canción mexicana. Tenemos, desde luego, nobles y consabidas excepciones: Tata Nacho y Manuel M. Ponce eran compositores que sabían utilizar muy bien ese registro sentimental del mexicano, con una indudable fuerza artística.

Francisco Sanz Gabilondo

(NIETO MAYOR DEL COMPOSITOR, HIJO DE DIANA GABILONDO PATIÑO Y ANTONIO SANZ POLO IBARRA)

 

 

Mi primer recuerdo de Francisco Gabilondo Soler fue en una fiesta de cumpleaños, cuando cumplí 3 o 4 años, en el edificio Condesa, en el D-4. Me trajo de regalo un camión de bomberos color rojo, que además fue mi primer juguete, uno nada común, muy bien hecho, de calidad, casi para ponerse en una vitrina. Eso reflejó mucho la personalidad de Pancho, cómo hacía las cosas.

Jamás lo vi sentado en el piano. Era más de platicar, de dar consejos, porque le daba mucha importancia a los niños. En las reuniones, en vez de irse a platicar con los mayores, se iba con los pequeños, era un adulto distinto. Nos contaba anécdotas, cuestiones científicas, asumiendo que entendíamos todo. A los nietos pequeños nos sacaba plática haciéndonos preguntas relacionadas con la ciencia y la ciencia ficción, pero muy apegadas a la realidad, dentro de su manera de pensar.

Don Pancho era muy cariñoso con Charito (Mamá Patito): la tomaba de la mano, le compraba flores, y eso que era la época en que ya estaban separados. Recuerdo a Mamá Patito siempre con una sonrisa, divertida, platicaba mucho con nosotros, nos contaba chistes, nos daba chicles, dulces, nos hacía reír, siempre estaba alegre. Me acuerdo mucho de sus hoyitos en las mejillas; se mostraba tal y como era en su vida profesional en relaciones públicas. Yo la acompañaba a entregar los programas de Publiteatro, la compañía de publicidad que tenían, en los diferentes teatros, al Hidalgo, Ferrocarrilero, Insurgentes…

Me acuerdo también que Mamá Patito, a pesar de que ya estaban separados, nos llevaba a la XEW, en Ayuntamiento, al programa en vivo del abuelo, allá en los años 50, hasta el 62. Y por ahí del 58, 59 ella tenía un coche Nash en el que nos íbamos al programa. En los pasillos siempre había artistas importantes. Íbamos a veces a la oficina del señor Othón Vélez, de publicidad. Recuerdo también la oficina de Jorge (hijo de Gabilondo Soler). Recuerdo el momento en que se daba la entrada a la orquesta para iniciar con el programa y entraba Manuel Bernal, Tío Polito. Al terminar el programa de Cri-Cri, entrábamos también al estudio y como niños que éramos queríamos tocar todos los instrumentos, el piano, los timbales y demás, pero don Pancho no nos dejaba y nos indicaba: “Eso no se toca; tienen que tratarlos con respeto”. Nos presentó al Alpiste, la persona que se dedicaba a hacer los sonidos de los animales. Veíamos cómo mi abuelo trataba los instrumentos, lo exigente que era con los músicos, y lo constaté porque escuchaba comentarios de otras personas que “para trabajar con Pancho todo tenía que salir perfecto, todos entrar en su tiempo…” Lo vi tocar piano, acordeón, saxofón, etc. Recuerdo que en una ocasión, en los jueves que mi mamá visitaba a mi abuelo en casa de Ivet, en la Narvarte, la acompañé y allí lo vi tocar las castañuelas, y me dio un concierto casi con las puras castañuelas, no recuerdo haber vuelto a ver o escuchar tocar a alguien de esa manera.

Pancho vestía muy bien, siempre el mejor vestido en las fiestas. Le gustaba mucho la comida vasca: anguilas en aceite de oliva calientes, arroz blanco con bacalao. Charito se preocupaba mucho porque él tuviera listos todos estos gustos, a pesar de que ya estaban separados.

Don Pancho era un imán: todos querían estar alrededor de él para escuchar sus comentarios y sus interesantes pláticas. Una de las anécdotas que más recuerdo es la que me sucedió cuando estaba en secundaria. Un día don Pancho me preguntó qué estaba estudiando y me dijo que si le podía ayudar con un problema que él no podía resolver (según esto). Dentro de una circunferencia había un terreno, pero con 2 dueños. Uno de ellos tenía ahí un chivo que únicamente podía comer el pasto de una mitad del terreno, puesto que la otra no le correspondía. El problema consistía en resolver lo siguiente: para que el chivo solo pudiera comer esa mitad; qué tan larga debe ser la cuerda y cuál la ubicación de la estaca en un punto de la circunferencia… Bueno, hasta la fecha no lo he resuelto de manera matemática; es más, en Los Ángeles, California, donde vivo, planteé el problema en un programa de radio, pidiéndole a la gente que mandara su solución y a cambio recibiría un regalo, pero hasta la fecha nadie ha llamado con la respuesta adecuada (risas)…

Martha León Olea

 

 

(Investigadora de tiempo completo del Instituto Nacional de Psiquiatría, R.F. M.)

Como todas las mañanas muy temprano, pasábamos visita a los enfermos hospitalizados, en la torre de lo que fue el Centro Médico Nacional del Seguro Social. Llegué con mi bata muy blanca y aunque entonces era todavía un embrión de médico de 22 años, pasaba la visita acompañando al Jefe de servicio, muy seria y poniendo mucha atención a todas las indicaciones médicas.

Antes de entrar a una de las habitaciones las enfermeras detuvieron al Dr. y le dijeron… “el Sr. está muy enojado con nosotras, pues es terco y no permite hacer más que lo que él quiere”, el médico hizo una mueca más bien de risa y entramos a ver al paciente. “—Muy buenos días Sr. Gabilondo ¿cómo amaneció?, tengo algunas quejas de usted…” En ese momento yo me quede petrificada y sin pensarlo, desde muy dentro de mi ser salió una exclamación que no pude contener ¡¿Cri-Cri?! –dije emocionada. Todos me voltearon a ver y se rieron, ahí se acabó el regaño y siguió la revisión médica del Sr. Gabilondo y la visita a otros pacientes. Mientras tanto, ya no pude poner atención a nada, solo pensaba en que al terminar la visita saldría corriendo a platicar con el ídolo de mi infancia. Quería preguntarle tantas cosas que me venían a la mente cuando escuchaba sus canciones y cuentos, que me acompañaron desde niña. Así fue, pero antes de entrar me detuve en la puerta pensando en las cosas terribles que decían las enfermeras de su carácter, no obstante ganó mi ilusión por platicar con él y entré decidida. Platicamos un rato, le dije que me encantaban sus canciones, que me hacían vivir en esos palacios con un gran barquillo en los bosques, y por supuesto imaginaba a un negrito muy mal hablado, etc., etc. Él fue muy amable conmigo, en esos pocos minutos dio muestra de su gran inteligencia y tuvimos una plática alegre, sin embargo no quise hacer muchas preguntas, pues estaba un poco molesto por sus dolencias. Al final de nuestra plática me dijo “–Dra. Martha ¿cómo le dicen en su familia?” “—Tita” –contesté, y en un papel que estaba a la mano estampó un autógrafo que a la fecha conservo como mi gran trofeo, junto con mi cuaderno de las clases de traumatología.

Después de esto y durante toda su convalecencia en el hospital, cada día llegaba a su cuarto y desde la puerta le cantaba ¿Quién es el que anda allí?, y él esbozándome una sonrisa me respondía, —Yo.

El primer regalo para mis nietos fue –¡por supuesto!–, el álbum de las canciones de Cri Cri.

Benjamín “Chamín” Correa

(REQUINTISTA E INTÉRPRETE DE MÚSICA ROMÁNTICA)

Chamín Correa recuerda haberlo escuchado en primaria y secundaria: Lo escuchaba y me imaginaba muchos animalitos; en todas las historias que él contaba, como El chorrito o El rey de chocolate, te imaginabas a los personajes, porque no había televisión, yo escuchaba su programa de 15 minutos todos los días. Era un genio para la música infantil, y no ha nacido ningún otro en 100 años que haya superado sus ideas, su voz tan agradable y su sensibilidad para tocar el piano.

Maris Bustamante

(PIONERA DEL PERFORMANCE Y ARTE CONCEPTUAL EN MÉXICO)

 

En el terreno inocente de la producción musical para niños, realmente habla desde una posición política avanzada de intelectual, algo que siempre me impresionó es que a través de melodías sencillas y pegajosas traducía cosas muy interesantes y profundas de la cultura mexicana. Es la cultura popular mexicana en su mejor expresión, es una filosofía directa que habla sobre la existencia: Cri-Cri es una impronta en la cultura popular urbana y siempre tenía un ojo avizor, siendo un ejemplo de lo que no hacen los libros de texto: comunicar con sencillez, calidad y elegancia.

Ofelia Medina

(ACTRIZ)

 

Cuando en Mérida aún no llegaba la televisión, lo más común era escuchar los programas de Cri-Cri, con el que mi imaginación tejía las formas más fantásticas, bellas y blancas. Por eso digo que este personaje está muy ligado a nuestra cultura.

¿Quién no se emociona con las aventuras de La patita? ¿O las travesuras de Los tres cochinitos…? ¡Qué belleza de personajes, como El negrito sandía o El rey de chocolate… con nariz de cacahuate…! O el desfile de Las cinco vocales y La merienda… Tenía yo 10 años, aproximadamente, cuando me familiaricé con el Grillito Cantor… Luego, nos vinimos a México, donde seguí disfrutando con todas las aventuras de ese maravilloso personaje […] Por cierto, a mis dos hijos también les encanta Cri-Cri.

Armando Manzanero

(COMPOSITOR)

 

¡Podría pasarme el día y la noche hablando del amor que siento por su música! Son muchas las generaciones que lo hemos disfrutado. En lo personal, los mejores recuerdos de mi vida tienen que ver con Cri-Cri.

Cuando digo esto es porque corresponde a mi infancia, durante el apogeo de la Segunda Guerra Mundial. Había un noticiario en radio que reseñaba los horrores de esa conflagración; pero luego, después de 15 minutos de amargas noticias, venía Cri-Cri y se convertía en un verdadero paliativo. ¡Volvíamos a tener conciencia de lo hermosa que es la vida! […] Sus historias son ¡pura ternura! ¡Es terriblemente musical! Sus temas están perfectamente construidos y son profundamente armónicos. Las canciones de Cri-Cri ¡tienen una belleza eterna! Me gustan todas, como ¿Di por qué?, El ropavejero, Los tres cochinitos, la picardía del Negrito sandía, ¡todas, de las que me pregunten! –Y conviene en que si hubiera escrito cosas románticas, también habría sido un grande entre los grandes–. Tenía y tiene el genio; su sensibilidad y poesía están allí, en cada una de sus canciones. Por fortuna, todavía estamos en el momento de escucharlo y re-escucharlo. Su herencia musical ¡es lo más grande que podemos tener!

Emilio Carballido

(ESCRITOR Y DRAMATURGO)

 

 

Las vecinas de abajo tenían radio. Nosotros no. A las 6 de la tarde, los tres niños de esa casa me llamaban a gritos: “¡Ya va a empezar, ya va a empezar!” Bajaba yo corriendo…

Bajaba yo corriendo… Vivíamos en el 27, ellos en el 5. Iba a empezar Cri-Cri. Diariamente lo oíamos, bajaba yo a gozar de las modernidades de mis vecinos, hasta que al fin mi madre juntó para comprar un radio en el Monte de Piedad, y pude oír a Cri-Cri en mi propia casa. Hablo de 1936 y 37. Tengo 74 años y aún puedo cantar muchas de sus canciones, y al oirlas y al decir Cri-Cri vienen un número notable de recuerdos, surgen años enteros, atmósferas, amistades de infancia, y vívidamente todos nosotros pegados a la radio, también mi abuela y mi madre, todos disfrutábamos.

Tres o cuatro generaciones después sigue habiendo niños Cri-Cri. Y no sé hasta dónde lleguen. Los hijos de mi generación también lo disfrutaron y se lo saben, ¡los nietos cantan El Ratón vaquero! Cri-Cri es un llamado a los recuerdos de infancia, a una zona proverbial, sus canciones se han filtrado en el habla cotidiana, con melodías para todas las ocasiones. Íbamos de excursión, y ya en la secundaria y preparatoria, alguien de pronto empezaba a cantar Caminito de la escuela, o El chorrito: venía el coro instantáneo, todos nos las sabíamos, a grito pelado, y ya bebiendo tequila, o pulque de la mejor calidad que comprábamos por el camino, gañanes aguardentosos entonábamos Cri-Cri a berridos, llenos de alegre entusiasmo. […]

Gabilondo Soler es el Agustín Lara de los niños. Gabilondo Soler es nuestro primero de los Esopos, o de los Lafontaine. Con la ventaja de que pone música inolvidable a sus inventos.

Elena  Poniatowska

(ESCRITORA, ACTIVISTA Y PERIODISTA)

 

 

Lo que más me gusta de él es que fue astrónomo aficionado. Ya al final de su vida no me pareció un personaje atractivo. Era un señor enojón, claro que con su necesidad de conocer las estrellas. Tuvo la capacidad de resguardar al niño que tenía en él y dárselo a los demás. Sus canciones nos las sabemos como el Himno Nacional.

Diana Gabilondo Patiño

(HIJA DE ROSARIO PATIÑO Y DON FRANCISCO)

 

 

Yo recuerdo que me sentaba junto a un radio, de esos muy antiguos, a escuchar las canciones y los cuentos de Cri-Cri; sinceramente creía que los animalitos estaban dentro del aparato. Ahora bien, cuando mi papá llegaba a la casa después de hacer su programa y mi hermano Jorge y yo le pedíamos que nos contara un cuento, pues nos lo contaba, pero todo eso ocurría de manera muy natural, porque para mí era muy normal ser la hija de Cri-Cri.

A mí me ha servido de mucho ser hija de un artista, de un creador. Cuando estoy sola me ha hecho mucha compañía ese mundo de fantasía que él nos regaló. Además, Cri-Cri me ha dado vida interior. Yo no me siento muy diferente de las demás personas, porque Cri- Cri para mí es como si fuera el papá de todos los niños de México, a todos les cantaba por el radio; fue el señor que a miles nos contó cuentos al oscurecer… Sin embargo, el compositor que vivía en mi casa, es decir, Francisco Gabilondo Soler, era un hombre muy estudioso; se encerraba en su despacho y pasaba horas y horas en el piano, o leyendo libros y componiendo; porque las cosas no nacen así con facilidad, sino a base de mucha preparación.

En nuestro hogar había muchos libros, yo sabía que las canciones y los cuentos que mi padre hacía no bajaban al papel por arte de magia; había que leer y trabajar para darles vida. Así es que no estaba el Grillito cantando todo el día para mí. Al contrario, tenía que ser respetuosa de no entrar al estudio, de no molestar mientras él creaba.

Mi papá decía que todas sus canciones están basadas en las experiencias que tuvo en la infancia y también en las vivencias cotidianas de su adultez, en las cosas que a diario miraba. Él estaba seguro de que las canciones nacen de la inspiración, que no se hacen; si se hicieran, decía, él hubiese puesto una fábrica y entonces se hubiese ido a la Costa Azul a rascarse la barriga teniendo en el dedo un anillo con un enorme brillante. Pero no; las canciones están siempre ahí, son tenues, como un reflejo en el agua, pero hay que llegar a ellas por sentimiento, por inspiración, y a ésta se llega por la concentración, el estudio y la sensibilidad. También se debe saber música, escribirla, leerla, corregirla; la canción anda por ahí, flotando, ahí está; solo es cosa de darle forma y sacarla a la luz. Ese fue el proceso del que yo me di cuenta.

Gonzalo Echegoyen Guerrero

(AMIGO DE LA FAMILIA GABILONDO PATIÑO, PRINCIPALMENTE DE JORGE GABILONDO PATIÑO Y DIANA GABILONDO PATIÑO. VIVIÓ MUCHOS AÑOS CERCA DE LA FAMILIA GABILONDO, DESDE 1933 O 1934. VECINO EN LA SANTA MARÍA LA RIBERA)
 

 

Nosotros estuvimos mucho con Mamá Patito. Cuando niños, nos sentábamos en un extremo del comedor de ella que era muy grande, y en el otro extremo veíamos a don Tiburcio, que era español, con su radio, y se emocionaba mucho cuando escuchaba algo que tuviera que ver con Europa. Nosotros jugábamos con la gorra del coronel Soler, en el estudio de don Pancho, en la calle de López Velarde de Santa María la Ribera.

Yo conviví más con los Gabilondo que con los Echegoyen. Diana me decía Chego. Don Pancho era muy parco, pero también me decía así, lo mismo que don Tiburcio, con quien conviví mucho, en la parte de arriba teníamos nuestro secreto: el vinito. Allí Pancho tenía palomas y nos decía: “¡A ver… ¿Qué traen?!” ¡Y nosotros, a esconder la bebidita…! Había un tinaco, grandote, al que nos metíamos encuerados.

Don Pancho era muy callado, muy especial.

Jorge y yo estábamos todo el tiempo juntos, también peleábamos mucho (como amigos). Mamá Patito era la que intervenía para que Jorge me volviera a buscar. En una ocasión, Jorge me aventó un envase con refresco, me golpeó, se rompió y me cortó… Mamá Patito estaba por meterse a bañar, ya tenía lista su tina, me llevó allí para lavarme y curarme, y le llené de sangre su agua que ya estaba lista…

Seguido me quedaba en el estudio de don Pancho a dormir, lo tenía muy bien arreglado. Allí no había instrumentos musicales. Y sus aparatos de astronomía los tenía en otra parte de la casa, que era muy grande. Ese era su estudio personal.

Pancho tuvo un Chevrolet Cupé estupendo. Lo gozamos mucho. En ese Cupé nos fuimos una vez a Acapulco. Jorge se enfermó, y ya no disfrutó el viaje.

Mamá Patito era muy guapa. Pero no la quisieron mucho porque era mayor que don Pancho.

Don Pancho no dejaba el cigarro.

Íbamos mucho a la XEW, siempre con Mamá Patito… Y éramos libres de andar por allí y por allá, había mucha gente. Pero cuando era el programa de Cri-Cri entonces teníamos que estar muy quietos y en silencio. Allí veíamos al Alpiste. Después del programa salíamos a una lonchería y podíamos pedir lo que quisiéramos, con tal de no estorbar a Mamá Patito. También veíamos a Pedro Vargas, a Jorge Negrete, era una familia pequeña de artistas, pero a nosotros no nos interesaba eso. Don Pancho era muy amigo de Agustín Lara, los dos de Veracruz. En la XEW le abrían las puertas a Mamá Patito. Azcárraga la quería mucho. Ella tenía las mejores firmas para hacer publicidad.

Mamá Patito era muy buena vendedora. Llevaba a mujeres muy guapas para que le abrieran las puertas. Así de inteligente era. Ella nos enseñó a vender a Jorge y a mí. Era muy hábil. Todo lo hacía después por teléfono, y como tenía una voz muy linda… Nunca decía que no para las invitaciones, aunque no asistiera… Yo trabajé repartiendo volantes y publicidad en Publiteatro, ella siempre me jalaba para todo.

Don Pancho, con muy pocos músicos armaba las canciones y organizaba muy bien sus programas.

Don Tiburcio era contador de Industrias Pando, y Mamá Patito y él sostenían la casa. Luego Pancho se fue a Argentina, y se fue de prángana, y se quedaba en la playa… Le mandó una carta a Diana sin letras… Puros dibujitos… Tenía tantas vaciladas y cosas raras…

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